lunes, 21 de noviembre de 2011

MIRO EL TELEFONO QUE NO PARA DE SONAR


Miro el teléfono que no para de sonar, no sé qué hacer si cogerlo, colgar la llamada o simplemente ignorarlo. Al final puede el sentido común y cojo ¡estoy tan harta de malas noticias!

Me llaman del banco reclamando dinero, pero si ya saben que ingreso en la cuenta hasta el último euro que tengo, ¡para qué coño me llaman! Me siento acosada, que hagan lo que tengan que hacer, cualquier día voy a perder los nervios y no respondo de lo que pueda hacer.

Estoy trabajando, tengo que aguantar las ganas de chillar, comerme los nervios, introducirlos en mi estómago, que más tarde reclamará mi atención. Pero ahora tengo que mantener la calma, tengo que hacer como que no pasa nada y sonreír. Cada día me cuesta más, se que por mucho que intento disimular, no siempre lo consigo, no digo nada pero en mi forma de actuar se nota, ya son muchos años trabajando en el mismo sitio, la gente me conoce y seguro tienen que notar que algo pasa, que no estoy bien, que los nervios me consumen.

Sigo trabajando, intentando hacer mi trabajo lo mejor posible, pero sé que me falta lo fundamental, la ilusión por él. El desgaste moral va haciendo mella en mí, pero sigo disimulando, no pasa nada, todo está bien. Solo deseo que las horas pasen rapidito, que pueda cerrar la puerta del comercio e irme a mi choco, a mi escondite. Intentar cambiar mis malos pensamientos, por cosas agradable, donde puedo soñar que a lo mejor mi suerte cambia, que a lo mejor cualquier día cojo el periódico con mi boleto de lotería en la mano, compruebo el número y es el mío. No pido una fortuna, no me importa seguir trabajando,  solo pido poder vivir tranquila. En mi choco, en este pueblo, consigo serenarme y soñar, quizá no sea la mejor forma, se que lo único que hago es engañarme a mí misma, pero es que si no lo hago así, cualquier día me va a dar algo, ya son muchos malos días, muchas malas noticias, la sensación de estar en un callejón sin salida me oprime el pecho, se me forma una bola en el estómago, que a veces me hace vomitar. Necesito algo que me saque de ello, si no moriré de angustia, en algún momento me dará un ataque de ansiedad, no respondo de lo que pueda hacer. No me quedan más que mis sueños, es mi forma de evadirme de tanta angustia, soñar, imaginar que las cosas van mejor o simplemente no pensar, centrarme en mis plantas, sentarme en mi jardín a escuchar el canto de los pájaros o simplemente el silencio, cuando mi vecina desaparece ¡claro está! A veces me tumbo en la hierba, me encanta hacer eso, sentir la tierra bajo mi cuerpo, dejar que los rayos de sol acaricien mi cuerpo. Imagino que estoy en el paraíso, donde no hace falta dinero para vivir, donde todo el mundo me sonríe, donde reina la paz y la serenidad. Normalmente con eso me vale, empiezo a sentirme mejor, el estómago deja de molestarme, si el día ha sido muy malo, entonces tengo que irme hasta la ermita. Hablo con mi madre, dejo que me acune en sus brazos, que acaricie mi mejilla. Quizá sean cosas que solo estén en mi loca cabeza, pero las necesito, necesito creer en ello. Si no me volveré loca.

Luego voy  al pueblo, me tomo un café en el bar, hay dos bares en este pueblo, uno el que yo entro, donde compro tabaco y me tomo mi café. El otro donde siempre está el tipo huraño sentado, paso por su lado mirándolo de reojo, siempre me sonríe yo me limito a hacerle un gesto con la cabeza.voy hasta su casa, he encontrado un sitio donde poder mirar la casa más discreto, no veo la entrada, pero si el jardín y la parte de atrás de la casa. No sé el tiempo que puedo estar allí sentada, pueden ser horas a minutos, solo sé que esa casa me llama, a veces me imagino viviendo allí, hago planes como si así fuera, imagino cómo será por dentro, calculo las habitaciones que puede tener, si fuera mía, haría un hotelito rural, me encantaría hacer eso. Muchas veces he imaginado que lo hacía antes de fijarme en la casa, este es el lugar perfecto para ello. Crearía un sitio donde la gente pudiera venir a descansar, el entorno es perfecto, se respira paz, serenidad. El rio pasa casi rozando la casa, por la parte de atrás, sentarse en el jardín escuchando el sonido del agua, es sumamente relajante. Es el sitio perfecto para realizar un sueño que tenía olvidado.

Otras veces simplemente la miro, recorro con mis ojos cada piedra de sus muros, sin pensar nada en concreto, simplemente la miro.

Vuelvo a casa más tranquila y serena, se que dura poco. Si tengo suerte y la compañía eléctrica no me ha cortado la luz por falta de pago, ceno en el jardín si el tiempo acompaña  o leo hasta que el sueño me puede.

Porque eso sí, duermo muy bien, es otra forma de evadirme de los problemas.

2 comentarios:

  1. Hay momentos en los que la mejor opción en patear el tablero y que las piezas del juego caigan otra vez.

    Y el teléfono siempre se puede apagar para que no moleste.

    Saludos

    J.

    ResponderEliminar
  2. Esos días uno quisiera pasarlos de largo. Me ha gustado leerte, te seguiré para continuar haciéndolo.
    Besitos de Arte.

    ResponderEliminar

DIME ALGO