viernes, 8 de marzo de 2013

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lunes, 28 de noviembre de 2011

SI NO LO HICIERA ME VOLVERIA LOCA


Ahí está el tipo desagradable, el caso es que nunca le veo llegar. Cuando vengo antes a tomar el café estoy pendiente, pero en cuanto me distraigo mirando a la gente o saludando, miro y ya le veo sentado con el botellín de cerveza en la mano, es curioso, algún día le pillaré. Hago como que no le he visto, pero sé que me observa, me hace sentirme incómoda. Cuando llega la hora, me levanto, paso delante de él mirándole de reojo, me saluda sonriendo le hago un gesto con la cabeza como si le acabase de ver y sigo mi camino.

Me siento en mi choco, miro la casa imaginando que es mía. Haciendo mi vida imaginaria en el ático.

El sol entra por el velux, miro para arriba y me lleno de su energía, sonrío a la vida. Me siento a comer, con el gato entre mis piernas reclamando mi atención. Es precioso, blanco, me mira siento que me sonríe, le doy su ración de comida. Mientras como hablo con él, sé que me entiende, pues me mira y maúlla como si me contestase. Cuando terminamos de comer se sienta en mi regazo, acaricio su lomo hasta que ronroneando se duerme.

Miro mi casa, no hay lujos, pero es confortable. Cada vez la siento más mía, aquí estoy yo y mis cosas, mis rincones que voy decorando lentamente, disfrutando, creando espacios que hablen por sí solos, la casa está llena de plantas que alegran mi vista, adornando cada rincón.

La librería detrás del sofá está abarrotada, cientos de libros colocados de mil formas distintas, no me gusta la uniformidad,  me gusta el desorden ordenado, la espontaneidad, cada libro tiene su historia, su propia vida. Como lectora empedernida que soy, mis libros son parte de mí. Reflejan mis estados de ánimo.

Paso horas leyendo, recreándome con historias ajenas, plácidamente sentada, serenamente. Sin nadie que me moleste, sin ruidos generados por la mala intención, sin portazos que me exaltan.  Vuelvo a leer LOS PILARES DE LA TIERRA. ¿Será capaz de de seguir dándole patadas a todas las piedras que el destino pone en mi camino? Por supuesto. Siempre lo he hecho. Siempre he tenido fuerza suficiente para salir adelante, no es la primera vez que tengo problemas, siempre los he resuelto, ahora también.

Salgo de mi choco, fortalecida, con esperanzas renovadas. En algún momento mi suerte cambiará, será capaz de buscar la solución a mis problemas, solo necesito estar tranquila y serena para que mi cerebro funcione correctamente. Vuelvo a casa convencida de que lo voy a conseguir, que esta situación no me la merezco, que no la he provocado yo, no sé de qué manera, pero mi suerte va a cambiar.

Quizá, esta forma de evadirme no sea la correcta, pero  necesito creer. Imaginarme tranquila y serena en esta vida imaginaria. Si no me volvería loca.

jueves, 24 de noviembre de 2011

MI ENCANTADDORA VECINA


Hoy no he ido a trabajar, sé que no hago bien, que el dinero que tengo que pagar para que alguien haga mi trabajo, me hace falta, pero llevo mucho tiempo sin cogerme un día de fiesta, se que ahora tengo cincuenta euros menos, que muchas veces no los gano ni yo, pero necesitaba el día, no voy a estar más arruinada por ello, al final de mes estaré igual de mal, que si hubiera ido a trabajar. Con cargo de conciencia, me he quedado en casa.

Ha amanecido un día precioso, he abierto las ventanas de toda la casa, me he puesto a limpiar, entre la falta de tiempo y el desanimo tengo mi casa un poco  abandonada, consigo olvidarme de mi mala conciencia por no ir a trabajar limpiando. Hay polvo y telarañas, la mitad de la casa no uso, me limito a la cocina, mi habitación, la habitación del ordenador, esa es la que peor tengo, es mi contenedor de basura, tengo un montón de papeles que no se qué hacer con ellos, no me atrevo a tirarlos, no sé porqué, los meto en una carpeta esperando que en algún momento mi suerte cambie, que pueda mirarlos e ir resolviendo cada carta que guardo esperando el milagro.  Que en algún momento pueda saldar mis deudas y pueda pedir disculpas por el mal momento pasado. De momento solo me queda esperar, confiar en que mi suerte cambie, en que pueda encontrar la paz deseada,  dejaré de andar con los hombros caídos y la cabeza gacha por la vergüenza. No merezco esta situación, no la he provocado yo. Todo lo que tengo está metido en esta casa, si la pierdo, si el banco decide ejecutar la hipoteca, lo perderé todo. Llevo toda mi vida trabajando, siempre he llevado una vida normal, sin opulencias, y yo me pregunto ¿ha merecido la pena? Ahora por una mala gestión de alguien puedo perderlo todo. No me merezco esto, no me lo he buscado, no es mi culpa aunque pague yo las consecuencias. Lo único que quiero es el dinero suficiente para saldar mis deudas, no pido dejar de trabajar, lo llevo haciendo toda la vida, no se me caen los anillos por hacerlo. No puedo seguir así. Estoy al límite de mis fuerzas.

Salgo al jardín para que mis pensamientos cambien, estoy decidida a pasar un buen día, no sé cuando volveré a coger fiesta, quiero hacer de este un día especial.

Tengo un rosal trepador que casi abarca dos paredes de separación, está precioso, cuando lo compré solo eran dos ramitas, ahora llama la atención de lo bonito que está, se le ve vigoroso lleno de vida, la misma que quiero para mí. Está a rebosar de rosas blancas.

En su día este rosal creó un conflicto con mis vecinos., les molestaban los pétalos blancos que caían a su terreno. A mí no me gusta molestar. Hasta el año anterior había mantenido el rosal a raya, solo lo dejaba crecer en mi lado, guiaba cada nueva rama. Un día que coincidí con mi vecino, le dije que si por casualidad alguna rama se colaba para su lado, la cortase, que intentaba que no pasase, pero que se me podía colar alguna, me dijo que no solo no le molestaba si no que si me parecía bien lo dejase crecer, que hacía de separación, que era mucho más agradable ver un rosal que una verja de metal, así lo hice. Al año siguiente dejé que el rosal subiera, se puso precioso. Llenó toda la verja de rosas blancas, un día llego a casa al mediodía y me encuentro con que han tabicado la separación y subido medio metro más, como ya conozco a mi vecina, llamo a su marido, que  se que no está en casa, toda indignada, y me dice que las molesta la suciedad que cae del rosal. ¡Alucinada me quedé! Si me lo hubieran dicho, hubiera cortado el rosal en esa mismo momento, no me gusta molestar, si el rosal estaba así, era por él. Siempre he pensado que mi vecina es una enferma mental, sin ánimo de ofender y a él le faltan dos hervores, en fin es lo que hay. Ahí también he tenido mala suerte.

Visto que hoy no puedo dominar mis pensamientos, decido irme a dar una vuelta hasta el pueblo,  tomarme un café en la terraza como una señora.

martes, 22 de noviembre de 2011

NUNCA SE QUE DIA ME ESPERA


Cada día me cuesta más levantarme, el sonido del despertador me agobia, me despierto angustiada, no sé que día me espera, últimamente no hay ninguno bueno, si hay suerte  y el teléfono no suena, alguien vendrá a verme reclamando dinero, y yo ya no sé qué decir, no puedo hacer más de lo que hago. Me avergüenza esta situación, me da vergüenza deber dinero. Si nada de esas dos cosa pasa, entonces será el cartero el que me traiga las malas noticias, si no viene a la tienda, me  encontraré el papelito en el buzón de casa, como no puedo acudir a correos, pues no tengo ningún día fiesta, mando a una vecina con la que tengo cierta confianza, a que me coja la carta certificada. Al principio hasta me temblaban las manos al abrir la carta, ahora la abro pero casi ni la miro ¿para qué? Me van a pedir un dinero que no tengo, las voy acumulando en un bolso, la verdad es que no sé porque no las tiro.

Hay días, muy pocos, en lo que nadie me molesta, paso la mañana relativamente tranquila, no voy a decir que trabaje a gusto, porque hace mucho que no lo hago, pero la mañana se me hace más llevadera. Llego a casa esperando que la buena suerte siga, si abro el buzón y no me encuentro nada, respiro hondo y pienso, mañana, el disgusto será doble, la ausencia de malas noticias, se me asemeja a la calma antes de la tempestad, miedo me da.

En cuanto entro en casa mis pensamientos van cambiando, me obligo a soñar, a pensar en que a lo mejor en algún momento mi suerte cambia, que a lo mejor, consigo mantener esta casa. Que le vida no puede ser tan mala, que algo pasará y podré resolver mis problemas, solo pido tener el dinero suficiente para saldar mis deudas, no me importa seguir trabajando, sé que si estoy tranquila, volverá a gustarme mi trabajo, disfrutaré vendiendo. En algún momento mi suerte ha de cambiar, no me merezco tanta desdicha, tantos malos ratos, sé que soy un poco rara, siempre lo he sido, pero nunca he hecho daño a nadie, por lo menos no conscientemente. Que soy buena gente, que esta mala situación no la he provocado yo, han sido un cumulo de circunstancias las que me han traído hasta este infierno, que lo único que he hecho desde que tengo veintidós años es trabajar, nunca he vivido por encima de mis posibilidades, soy humilde, nunca he intentado aparentar lo que no tengo, no me merezco esta situación. También sé, que todos los que hoy me reclaman dinero, están teniendo paciencia conmigo, por ser yo, porque siempre he estado al día en mis pagos. Pero hasta esa suerte entre comillas, tiene un límite, que todos estamos pasando por malos momentos, que esto es una cadena todos dependemos de todos, si yo no pago, ellos no pueden pagar y así sucesivamente.

Salgo al jardín con la comida para que mis pensamientos cambien definitivamente, miro mis plantas, las mimo, las hablo con cariño, ellas me lo agradecen con su belleza.

Hay veces que el perro de mi vecina no para de ladrar, me incomoda, no me deja relajarme, así que como rápidamente y me voy a dar una vuelta por el pueblo. Me siento en la terraza del bar a tomar un café, a observar a la gente. Desde allí se ve la plaza, el griterío de los niños a la salida de la ikastola, me alegra, donde hay niños hay vida y recuerdo cuando era yo la que iba al parque con mi hija, cuando iba a buscarla a la ikastola ¡qué pena! Tenía una familia, y ahora estoy completamente sola, si llego a saber entonces lo que hoy se. Desde que he empezado a trabajar un poquito menos y vivir un poquito más, vienen muchos recuerdos a mi cabeza, pero acabo sintiendo tanta pena, tanta tristeza, que me los quito de la cabeza, prefiero no acordarme, no pensar. ¿Qué pecado habré cometido para vivir en esta agonía? No sé lo que habré hecho, pero ya lo he pagado con creces, creo que ya me merezco un poco de tranquilidad.

Soy muy maniática con mis costumbres, siempre hago lo mismo, no me gustan los cambios, aunque salga antes de casa, siempre voy al ver la casa a la misma hora. Soy tan de costumbres, que tengo que ver al tipo desagradable antes de ir a su casa, me lo tomo como una forma de pedirle permiso para observar su casa. Le miro de reojo, me sonríe, le hago un gesto con la cabeza y ya está. Se ha convertido en una especie de ritual, como la de tomar el café siempre en la misma mesa, en el mismo bar, a la misma hora, si es posible y mi vecina no está en casa, si no voy antes.

Me siento a observar la casa, yo vivo en el ático, toda la planta para mí. Me levanto, abro la ventana de mi habitación, el sol me da de lleno. Me quedo un rato recibiendo el calor de sus rayos, sonriendo. Abro las ventanas de toda la casa para que se renueve el aire. Desayuno frente a la ventana, mirando el paisaje hipnotizada por su belleza. Se respira una calma absoluta, el silencio solo es interrumpido por el trinar de los pájaros, a veces algún atrevido se posa en mi ventana,  dándome los buenos días.

Voy a mi estudio, tengo un lienzo empezado (otro de mis sueños olvidado) lo observo, me meto en el paisaje que estoy creando, vivo en él, en cada pincelada, en cada tono, en cada sombra, estoy yo, mi necesidad de expresión. Paso la mañana inmersa en fantasías, en matices, con cada pincelada sale un poco de mí, mezclo colores hasta que consigo el deseado, lo voy introduciendo en el paisaje. No existe nada más para mí, es mi momento mágico, en el que sale mi ser, mi yo escondido.

Llega el mediodía y salgo de mi estudio, sin apenas mirar el resultado de mis pinceladas, espero a la mañana siguiente para verme reflejada en él.

Vuelvo a casa reconfortada, casi feliz. Vivo con tanta intensidad esos momentos, que  los siento como si fueran reales.

Salgo al jardín a cenar algo, llena de esperanza, en algún momento mi suerte a de cambiar, la angustia desaparecerá. Podré mirar al futuro de frente, sin miedo, con esperanza. Solo pido vivir tranquila, sin llamadas, sin visitas, ni cartas amenazantes. Levantarme por la mañana sin miedo al día. Estoy al límite de mis fuerzas.


lunes, 21 de noviembre de 2011

MIRO EL TELEFONO QUE NO PARA DE SONAR


Miro el teléfono que no para de sonar, no sé qué hacer si cogerlo, colgar la llamada o simplemente ignorarlo. Al final puede el sentido común y cojo ¡estoy tan harta de malas noticias!

Me llaman del banco reclamando dinero, pero si ya saben que ingreso en la cuenta hasta el último euro que tengo, ¡para qué coño me llaman! Me siento acosada, que hagan lo que tengan que hacer, cualquier día voy a perder los nervios y no respondo de lo que pueda hacer.

Estoy trabajando, tengo que aguantar las ganas de chillar, comerme los nervios, introducirlos en mi estómago, que más tarde reclamará mi atención. Pero ahora tengo que mantener la calma, tengo que hacer como que no pasa nada y sonreír. Cada día me cuesta más, se que por mucho que intento disimular, no siempre lo consigo, no digo nada pero en mi forma de actuar se nota, ya son muchos años trabajando en el mismo sitio, la gente me conoce y seguro tienen que notar que algo pasa, que no estoy bien, que los nervios me consumen.

Sigo trabajando, intentando hacer mi trabajo lo mejor posible, pero sé que me falta lo fundamental, la ilusión por él. El desgaste moral va haciendo mella en mí, pero sigo disimulando, no pasa nada, todo está bien. Solo deseo que las horas pasen rapidito, que pueda cerrar la puerta del comercio e irme a mi choco, a mi escondite. Intentar cambiar mis malos pensamientos, por cosas agradable, donde puedo soñar que a lo mejor mi suerte cambia, que a lo mejor cualquier día cojo el periódico con mi boleto de lotería en la mano, compruebo el número y es el mío. No pido una fortuna, no me importa seguir trabajando,  solo pido poder vivir tranquila. En mi choco, en este pueblo, consigo serenarme y soñar, quizá no sea la mejor forma, se que lo único que hago es engañarme a mí misma, pero es que si no lo hago así, cualquier día me va a dar algo, ya son muchos malos días, muchas malas noticias, la sensación de estar en un callejón sin salida me oprime el pecho, se me forma una bola en el estómago, que a veces me hace vomitar. Necesito algo que me saque de ello, si no moriré de angustia, en algún momento me dará un ataque de ansiedad, no respondo de lo que pueda hacer. No me quedan más que mis sueños, es mi forma de evadirme de tanta angustia, soñar, imaginar que las cosas van mejor o simplemente no pensar, centrarme en mis plantas, sentarme en mi jardín a escuchar el canto de los pájaros o simplemente el silencio, cuando mi vecina desaparece ¡claro está! A veces me tumbo en la hierba, me encanta hacer eso, sentir la tierra bajo mi cuerpo, dejar que los rayos de sol acaricien mi cuerpo. Imagino que estoy en el paraíso, donde no hace falta dinero para vivir, donde todo el mundo me sonríe, donde reina la paz y la serenidad. Normalmente con eso me vale, empiezo a sentirme mejor, el estómago deja de molestarme, si el día ha sido muy malo, entonces tengo que irme hasta la ermita. Hablo con mi madre, dejo que me acune en sus brazos, que acaricie mi mejilla. Quizá sean cosas que solo estén en mi loca cabeza, pero las necesito, necesito creer en ello. Si no me volveré loca.

Luego voy  al pueblo, me tomo un café en el bar, hay dos bares en este pueblo, uno el que yo entro, donde compro tabaco y me tomo mi café. El otro donde siempre está el tipo huraño sentado, paso por su lado mirándolo de reojo, siempre me sonríe yo me limito a hacerle un gesto con la cabeza.voy hasta su casa, he encontrado un sitio donde poder mirar la casa más discreto, no veo la entrada, pero si el jardín y la parte de atrás de la casa. No sé el tiempo que puedo estar allí sentada, pueden ser horas a minutos, solo sé que esa casa me llama, a veces me imagino viviendo allí, hago planes como si así fuera, imagino cómo será por dentro, calculo las habitaciones que puede tener, si fuera mía, haría un hotelito rural, me encantaría hacer eso. Muchas veces he imaginado que lo hacía antes de fijarme en la casa, este es el lugar perfecto para ello. Crearía un sitio donde la gente pudiera venir a descansar, el entorno es perfecto, se respira paz, serenidad. El rio pasa casi rozando la casa, por la parte de atrás, sentarse en el jardín escuchando el sonido del agua, es sumamente relajante. Es el sitio perfecto para realizar un sueño que tenía olvidado.

Otras veces simplemente la miro, recorro con mis ojos cada piedra de sus muros, sin pensar nada en concreto, simplemente la miro.

Vuelvo a casa más tranquila y serena, se que dura poco. Si tengo suerte y la compañía eléctrica no me ha cortado la luz por falta de pago, ceno en el jardín si el tiempo acompaña  o leo hasta que el sueño me puede.

Porque eso sí, duermo muy bien, es otra forma de evadirme de los problemas.

domingo, 20 de noviembre de 2011

LA CASA DE MIS FANTASIAS


En mis paseos  descubrí una casa preciosa, había pasado muchísimas veces por ahí, pero como siempre con la vista al frente, absorta en mis pensamientos, en mis sueños, para no pensar, para controlar la angustia, la ansiedad. Es un caserón viejo, está en malas condiciones, por lo menos por fuera, el terreno que rodea a la casa está bien cuidado, lo que indica que abandonado no está, el jardín es precioso, la entrada al caserón, me recuerda a las antiguas películas, parece la casa de una princesa. Cada vez que salgo a pasear paso delante del ese caserón, lo hago a propósito, me quedo un buen rato mirando la casa, el jardín, imaginando mil historias, sería feliz viviendo ahí, tiene algo que me atrae, como si yo ya hubiera vivido ahí, no sé explicarlo.

Un día escuché una conversación, alguien hacía mención a la casa llamándola palacete, le pega, pensé.  A partir de ahí, intenté saber más sobre el palacete. Nunca he coincidido con nadie que entre o salga del terreno, no sé quién es el dueño, tampoco me atrevía a preguntar.

Casualidades de la vida un día coincidí con él, yo apoyada en la verja mirando y él saliendo.

Me desilusioné, la verdad, ya sé quién es el dueño, un tipo bastante huraño, se podría decir que hasta desagradable, que casi puedo jurar que me observa cuando coincidimos en el pueblo, me niego a prestarle atención, cada vez que lo veo, miro para otro lado, no me gusta el tipo. Ese día me saludó muy cordialmente, le hice un gesto con la cabeza solo por cortesía, no quiero entablar conversación con él, tiene algo  que me asusta, no soy asustadiza, quizá sea respeto. Es mayor que yo, no soy capaz de calcular su edad. Siempre está sentado en el mismo sitio, en el banco de piedra que hay en la fachada del  bar, para ir hacia su casa, no tengo más remedio que pasar por delante suyo, si no lo evitaría para no verle. Cada vez que paso, me sonríe y me saluda, hago un gesto con la cabeza y acelero el paso. No me gusta este tipo, pero su casa sí, así que como sé que no está me apoyo en la verja y sueño que la casa es mía, paseo por el jardín, es tres veces más grande que el mío, lo tiene bien atendido, pero muy simple, ¡lo que yo haría en este terreno! Desde luego Dios da de comer a quien no tiene boca. ¿Cómo un tipo tan desagradable puede tener una casa así? La verdad es que no sé porque me cae mal, el pobre nunca me ha hecho nada, no hemos cruzado dos frases seguidas, serán cosas mías, no es justo juzgar a alguien solo por su apariencia, no digo que sea feo, ni tuerto, para nada, un hombre normal, mi comportamiento hacia él es irracional, como muchos de mis comportamientos cuando se refieren a relaciones con otros seres humanos. Posiblemente la huraña, sea yo, seguro que lo piensa, la desagradable, soy yo, sin embargo se empeña en saludarme, no entiendo los motivos, la verdad, si fuera yo ya le habría torcido la cara, lo ignoraría, como hago con quien no me cae bien o creo que puede dañarme, como mi vecina, por ejemplo. En fin, algún día descubriré el porqué de mi comportamiento.

viernes, 18 de noviembre de 2011

En algún momento, que mi loca cabeza no recuerda, debió de ser así.


Si llegase a perder mi casa, me quedaría en este pueblo. Cuando vine a vivir aquí, supe que era mi sitio, que por fin había dado con el lugar en el que iba a poder vivir tranquila y bien.

Son pocos los momentos felices que recuerdo de mi vida, pensé que aquí, en este pequeño pueblo, podría llegar a encontrar mi sitio, lo voy a encontrar. El destino me ha traído hasta aquí, por algo será. Desde que decidí, trabajar un poquito menos y vivir un poquito más, empecé a conocer más de cerca el pueblo, pasear por sus calles, por sus montes, es un pueblo precioso, lo que siempre he buscado.

A un kilometro de mi casa, está la ermita. Se me hace difícil describir lo que sentí la primera vez que fui. Me tumbe en la hierba, cerré los ojos y hablé con mi madre. Sé que estaba ahí conmigo, la sentía, no escuche su voz, pero sentí sus palabras. Me tranquilizó, me dio ánimos para seguir adelante, pude sentir su abrazo, su presencia. Es curioso en vida no recuerdo que hiciera nada de eso, más bien todo lo contrario. En algún momento, que mi loca cabeza no recuerda, debió de ser cariñosa conmigo, pues reconocí sus caricias. No tengo la menor duda de que era ella.

Cuando estoy muy mal, cuando la ansiedad me come. Voy a la ermita, hablo con ella me reconforta, consigue relajarme, a veces me cuesta volver a la realidad, porque en ese estado me encuentro bien, protegida, como cuando era niña y me acunaba en sus brazos. En alguna zona de mi cerebro tiene que estar grabadas esas cosas, esas sensaciones, porque en esos momentos las siento como ya vividos. Sin embargo lo único que recuerdo de ella, mientras vivía son sus desprecios, sus broncas, sus palizas, su fría mirada. Es curioso, en algún momento, que mi loca cabeza no recuerda, debió de ser cariñosa conmigo.



Cuando los malos recuerdos, la mala conciencia me corroen, salgo al jardín y observo las plantas, cada nuevo brote que nace de ellas, las mimo, hablo con ellas. Mi vecina debe pensar que estoy loca, se pasa el día hablando mal de mí. Ahora que en el pueblo ya me van conociendo, creo que está cambiando la imagen que tiene de mi, creo que piensan que soy una prepotente, interpretan mi mala cara fruto del sufrimiento como una especie de antipatía, se que la culpa es un poco mía, no me conocen, tampoco hacía nada para que lo hagan.

No soy persona de grandes amistades, siempre me he sentido muy sola, he estado sola. Soy cordial, pero no dejo que nadie traspase la frontera de mi intimidad, el único que consiguió acercarse un poco, no todo, fue mi marido, que ya no está. No ha habido nadie que haya conseguido derribar el muro que me separa de las demás personas. Hablo mucho, mi trabajo me obliga a ello, soy buena vendedora, bromeo, rio, discuto, soy una autentica teatrera, pero nadie me conoce en profundidad, nadie sabe de mi angustia, de mi soledad, de mi mala conciencia, de la que no sé el motivo, quizá algún día sea capaz de mirar en mi interior, de momento no puedo. Me refugio en mi casa, dedico mis horas libres al jardín, a pasear por el pueblo. Si el día está malo, hay suerte y he podido pagar la concesión a internet, el ordenador también me ayuda a pasar las horas. Cualquier cosa por no pensar, por no dejar que los malos pensamientos taladren mi cerebro.