domingo, 20 de noviembre de 2011

LA CASA DE MIS FANTASIAS


En mis paseos  descubrí una casa preciosa, había pasado muchísimas veces por ahí, pero como siempre con la vista al frente, absorta en mis pensamientos, en mis sueños, para no pensar, para controlar la angustia, la ansiedad. Es un caserón viejo, está en malas condiciones, por lo menos por fuera, el terreno que rodea a la casa está bien cuidado, lo que indica que abandonado no está, el jardín es precioso, la entrada al caserón, me recuerda a las antiguas películas, parece la casa de una princesa. Cada vez que salgo a pasear paso delante del ese caserón, lo hago a propósito, me quedo un buen rato mirando la casa, el jardín, imaginando mil historias, sería feliz viviendo ahí, tiene algo que me atrae, como si yo ya hubiera vivido ahí, no sé explicarlo.

Un día escuché una conversación, alguien hacía mención a la casa llamándola palacete, le pega, pensé.  A partir de ahí, intenté saber más sobre el palacete. Nunca he coincidido con nadie que entre o salga del terreno, no sé quién es el dueño, tampoco me atrevía a preguntar.

Casualidades de la vida un día coincidí con él, yo apoyada en la verja mirando y él saliendo.

Me desilusioné, la verdad, ya sé quién es el dueño, un tipo bastante huraño, se podría decir que hasta desagradable, que casi puedo jurar que me observa cuando coincidimos en el pueblo, me niego a prestarle atención, cada vez que lo veo, miro para otro lado, no me gusta el tipo. Ese día me saludó muy cordialmente, le hice un gesto con la cabeza solo por cortesía, no quiero entablar conversación con él, tiene algo  que me asusta, no soy asustadiza, quizá sea respeto. Es mayor que yo, no soy capaz de calcular su edad. Siempre está sentado en el mismo sitio, en el banco de piedra que hay en la fachada del  bar, para ir hacia su casa, no tengo más remedio que pasar por delante suyo, si no lo evitaría para no verle. Cada vez que paso, me sonríe y me saluda, hago un gesto con la cabeza y acelero el paso. No me gusta este tipo, pero su casa sí, así que como sé que no está me apoyo en la verja y sueño que la casa es mía, paseo por el jardín, es tres veces más grande que el mío, lo tiene bien atendido, pero muy simple, ¡lo que yo haría en este terreno! Desde luego Dios da de comer a quien no tiene boca. ¿Cómo un tipo tan desagradable puede tener una casa así? La verdad es que no sé porque me cae mal, el pobre nunca me ha hecho nada, no hemos cruzado dos frases seguidas, serán cosas mías, no es justo juzgar a alguien solo por su apariencia, no digo que sea feo, ni tuerto, para nada, un hombre normal, mi comportamiento hacia él es irracional, como muchos de mis comportamientos cuando se refieren a relaciones con otros seres humanos. Posiblemente la huraña, sea yo, seguro que lo piensa, la desagradable, soy yo, sin embargo se empeña en saludarme, no entiendo los motivos, la verdad, si fuera yo ya le habría torcido la cara, lo ignoraría, como hago con quien no me cae bien o creo que puede dañarme, como mi vecina, por ejemplo. En fin, algún día descubriré el porqué de mi comportamiento.

1 comentario:

  1. Carlos augusto Pereyra Martínez20 de noviembre de 2011, 18:47

    Los peresonajes, excusa para hablar del verdadero protagonista de este relato: la casa. Cortázar tiene un cuento sobre una casa misteriosa, que va siendo ocupada por unos seres extraños, pues el novelador, nunca los caracteriza, hasta que sus habituales habitantes, se ven forzados a desocuparla, por el avance de los invasores. Un abrazo. Carlos

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